domingo, 29 de junio de 2008

Mi poeta favorito

o al menos uno de ellos, es Mario Benedetti. A decir verdad, este chuloviejo uruguayo no sólo nos ha regalado poemas, sino que le debemos una inconmensurable colección de cuentos, novelas, narraciones y hasta panfletos y manifiestos de orden político.
Hurgando entre las laberínticas carpetas y subcarpetas de mi vieja computadora encontré un breve cuento-poema del susodicho escritor. Conmemorando su vida y obra -la primera a punto de extinguirse, la segunda inmortal- quiero compartirlo en este espacio.



LA LOCURA

Cuentan que una vez se reunieron en algún lugar de la tierra todos los sentimientos y cualidades de los Seres Humanos. Cuando el Aburrimiento había bostezado por tercera vez, la Locura como siempre tan loca les propuso:
...vamos a jugar a las escondidas???
La Intriga levantó la ceja intrigada y la Curiosidad sin poder contenerse le preguntó:
A las escondidas..??? y... Cómo es eso???
Es un juego, explicó la Locura, en el que yo me tapo la cara y comienzo a contar desde uno hasta un millón. Y cuando yo haya terminado de contar, el primero de ustedes que yo encuentre ocupara mi lugar para continuar el juego.
El Entusiasmo bailó entusiasmado secundado por la Euforia.
La Alegría dio tantos saltos que terminó convenciendo a la Duda, e incluso a la Apatía, a la que nunca le interesaba hacer nada.
Pero no todos querían participar.
La Verdad prefirió no esconderse... para qué...??? ....si al final siempre la hallaban.
Y la Soberbia opinó que era un juego muy tonto (en realidad lo que le molestaba era que la idea no hubiese sido de ella)... y la Cobardía prefirió no arriesgarse.
Uno, dos tres... comenzó a contar la Locura. La primera en esconderse fue la Pereza, como siempre tan perezosa se dejó caer tras la primera piedra del camino.
La Fe subió al cielo y la Envidia se escondió tras la sombra del Triunfo, que con su propio esfuerzo había logrado subir a la copa del árbol más alto.
La Generosidad casi no alcanzó a esconderse, cada sitio que hallaba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos...
...que si un lago cristalino... para la Belleza ...que si una hendida en un árbol ...perfecto para la Timidez ...que si el vuelo de una mariposa ...lo mejor para la Voluptuosidad ...que si una ráfaga de viento ...magnífico para la Libertad.
Así terminó por acurrucarse en un rayito de sol.
El Egoísmo, en cambio encontró un sitio muy bueno desde el principio: aireado, cómodo, pero sólo para él.
La Mentira se escondió en el fondo de los océanos... (mentira, seescondió detrás del arco iris). La Pasión y el Deseo en el centro delos volcanes.
El Olvido... se me olvidó dónde se escondió el Olvido,pero eso no es lo más importante. La Locura contaba ya novecientos noventa y nueve mil novecientos noventa y nueve... y el Amor no había aún encontrado sitio para esconderse entre sus flores.
Un millón contó la Locura y comenzó a buscar. La primera en encontrar fue la Pereza... a sólo tres pasos detrás de unas piedras.
Después se escuchó la Fé discutiendo con Dios sobre Teología, y a la Pasión y el Deseo los sintió vibraren los volcanes.
En un descuido encontró a la Envidia y claro, pudo deducir dónde estaba el Triunfo.
Al Egoísmo no tuvo ni que buscarlo, él solo salió disparado de su escondite, que había resultado ser un nido de avispas.
De tanto caminar sintió sed y al acercarse al lago descubrió a la Belleza, y con la Duda resultó más fácil todavía, pues la encontró sentada en una cerca sin decidir aún dónde esconderse. Así fue encontrando a todos.
Al Talento entre la hierba fresca...
A la Angustia en una oscura cueva...
A la Mentira, detrás del arco iris, (mentira... en el fondo del mar).
Hasta el Olvido... ya se había olvidado que estaba jugando a las escondidas. Pero... sólo el Amor... no aparecía por ningún sitio.
La Locura buscó detrás de cada árbol, bajo cada arroyo del planeta, en la cima de las montañas, y cuando estaba por darse por vencida, divisó un rosal y pensó:
El Amor siempre tan cursi, seguro se escondió entre las rosas... tomó una horquilla y comenzó a mover las ramas... cuando de pronto un doloroso grito se escuchó...
Las espinas habían herido los ojos del Amor, la Locura no sabía qué hacer para disculparse: ...lloró...rogó... pidió perdón y hasta prometió ser su lazarillo.
Desde entonces, desde que por primera vez se jugó en la Tierra a las escondidas, el Amor es ciego... y la Locura siempre lo acompaña.

lunes, 9 de junio de 2008

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La idea original de lo que arriba expreso se lo debo a mi brother del alma, el buen Rooy.

jueves, 5 de junio de 2008

La psicología de las masas

es una manifestación que podemos percibir a menudo de forma más que tangible. No necesariamente significa que de manera consciente nos ponemos el atuendo de sociólogos, que observemos situaciones a la luz de concepciones premeditadas o que caigamos en el alucín producto de lo que sea. Simplemente sucede. Ciertas acciones se develan ante nosotros y únicamente hace falta ser un poco suspicaz y malicioso para identificar su presencia.
A propósito de lo anterior, me gustaría comentar lo que sucedió hace algunos días que me puse la verde y me lancé al vetusto Nou Camp con la ilusión y relativa seguridad de que el equipo de futbol León obtendría su pase a la primera división nacional. Hasta eso, la aventura para conseguir los boletos fue breve y afortunada. Aprovechándome del acceso a la web, me libré de interminables horas formado en las banquetas contiguas al estadio. Me bastaron un par de minutos y dar algunos "clicks" en el portal de ticketmaster para asegurar mis entradas. Creo que nunca había valorado tanto "el poder de mi firma".
Total, el día del partido llegué temprano al estadio, pensé que las 3 horas de antelación serían suficientes para asegurar un buen lugar. Sin embargo, creo que otras 20 mil personas pensaron lo mismo, o incluso, consideraron que debían contemplar el amanecer ya formados desde la fila, pues cuando por fin pude acceder a las tribunas, aquello era ya un "hervidero de gente".
Los casi 180 minutos en pleno rayo de un sol perro pasaron a segundo término cuando los equipos saltaron al terreno de juego. Al instante comenzó a desplegarse en la tribuna norte la monumental bandera de los "panzas verdes". La vibra y la pasión por un mismo objetivo no podía ser mayor. Mas sí lo fue cuando cayó el primer gol a favor de los locales. El deseo de las cerca de 40 mil almas sólo podía señalar un anhelo reprimido por más de un lustro.

Llegó el medio tiempo y seguíamos confiados en que se anotaría un gol más y se obtendría el ascenso. Las cervezas volaban y el calor de más de 35 grados -pero sobre todo la adrenalina- impedía que cobraran su efecto etílico. El recuerdo de la parte complementaria se ha tornado borroso en la memoria. Unos confusos 15 minutos dieron la estocada de muerte al equipo de mi ciudad. Dos goles del equipo rival hicieron que el estadio enmnudeciera. Se podía cortar la tensión con un cuchillo. Cada aliento se tornó en angustia. Las caras, los latidos y los sueños no volerían a ser los mismos.

Trancurrieron los minutos y nada se pudo hacer. Sólo los murmullos se escuchaban de manera permanente. Se podía oir perfectamente el jadeo de los jugadores y los ocasionales gritos y mentadas de madre a diestra y siniestra. Como si el efecto del sol causara un sobre peso en los cráneos, los cuellos comenzaron a ceder y de manera coordinada miles de personas agacharon la cabeza, bajaron la mirada en un afán desesperado por esconder la vergüenza y el desencanto.

Aquel mediodía el índice de plegarias se elevó como nunca en la ya de por sí religiosa ciudad. También se incrementó el consumo de uñas y los casos de deshidratación, producidas no sólo por la radiación solar, sino por las lágrimas que se asomaron sin preguntar.

La tarde del domingo 25 de mayo pasado fue especial. La ciudad se mostraba desolada. Las calles semidesiertas amortiguaban el ruido producido por los pocos vehículos que circulaban, se reprimía el sonar de los escapes y mofles dañados por los años. Les aseguro que no exagero. El León no es mi equipo favorito, pero, ahhhhhh qué feo sentí.