tengo la convicción de que existe el amor a primera vista.
Así es. Ese día me encontré con los ojos de la mujer que de inmediato me hizo "doblar las manitas", como solíamos alardear en la secundaria. Acepto con orgullo, con un alto, ALTÍSIMO grado de altivez que nunca en mis casi 7 lustros de vida había caído tan embelezado, víctima del mejor de los hechizos.
Envalentonado por presenciar su llegada a esta atmósfera desde la primera fila, soslayé sin dificultad mi poca tolerancia a la sangre, las agujas y el escalpelo. Desatendí consejos, escuché anécdotas surrealistas, casi escatológicas (en todas sus acepciones) y nuevamente me sorprendí a mí mismo cuando desairé recomendaciones para que desistiera. Pasé por alto con extremo desdén el olor a carne cauterizada. Pude contener con aparente estoicismo el inmenso dolor que me invadió cuando vi los gestos de mi mujer mientras ella sentía -con todo y epidural- cómo un par de cirujanos desgarraban su vientre... En fin, la adrenalina que emergía a borbotones en el antiséptico quirófano no fue obstáculo para tomar conciencia al instante de que mi vida no volverá a ser la misma.
Para algunos, así de pequeñita Amanda ya tiene perfiladas sus características: "¡Hombre, pues es aries! ¡Mira que te hará batallar!" Los chinos la relacionan con un impopular roedor: la rata. Peor todavía, ¡¡¡vaya zodiaco!!! Ella respiró por primera vez una calurosa tarde de martes. No faltará aquel que rinda culto a los números y sus combinaciones, que advierta que nació un día 08 del mes 04 del año 08. Se emocionará aún más cuando se entere que fue justo a las 4:16 p.m. Sin embargo, eso no importa. Importa que fue mi día y mi hora CERO.
Importa todo, pero no todo tiene la misma importancia. Lo que importa es que ahora ella está conmigo luego de una angustiosa espera. En esta finita vida no sé cuánto tiempo pueda disfrutar de su presencia y permanencia.
Importa que mientras yo esté, SIEMPRE estaré para ella.